El explorador de lo insignificante, amante del abandono y lo abandonado, lleva una forma de vida ética porque tiene lo otro y lo desconocido como hábito; la única regla que sigue, al ser cualquier cosa excepto la misma cosa, al ser y sentirse otro, es comportarse en el exterior y con el mundo que le rodea de la misma manera que en el interior y consigo mismo. Todo es OTRO UNO, luego respeta y tiene cuidado de los lugares que explora con la misma intensidad y devoción con que se respeta y cuida a sí mismo, como si habitaran en el interior más oculto de su alma, formaran parte de su cuerpo. Comunión con el mundo y con el espacio, ideario de la exploración fundado en la equivalencia de la estética y la ética. No hacer ruido y mantenerse callados, porque el interior no habla y el mundo tampoco; silencio obligado para no perturbar la calma, el recogimiento extraño que reina en el lugar abandonado, en todo lugar de abandono. No ir con prisas, dedicarle su tiempo, detenerse de cuando en cuando para escuchar el silencio y cerciorarse de que estamos a solas con y en el espacio. No tocar, mover ni deteriorar nada, para que no se rompa el encanto de contemplar la acción del tiempo sumada a la ausencia del hombre, monumento incólume, y reine una VISIÓN fascinada, que deja indemnes las cosas, respetuosa, cautiva de la vida propia del lugar, que se funde en el entorno sin destacar. No ser visto, primar la invisibilidad, actuar como un exiliado en tierra extraña, un elemento invisible, siencioso, a modo de fantasma que atraviesa las paredes y no deja huella, hombre ausente en el lugar propicio de la ausencia del hombre. Guardar el secreto, permanecer en el anonimato, velar sobre todo para que lo desconocido siga siendo desconocido, otro para otros. Exilio, silencio, cuidado: la piedra angular de la exploración
IX
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VIII
La ética es (el) OTRO llevado a sus últimas consecuencias; la fuente del impulso ético es la existencia estética de alguien otro o algo otro, pero sólo culmina cuando va unida a la necesidad ineludible de ser uno mismo como otro, otra cosa, un otro mismo, otros mismos irreconocibles para sí mismos. Un ser ético es un ser múltiple, disperso, que tiene por única sustancia la RELACIÓN: uno en otros muchos y en mundos sin número; otros muchos en uno, mundos desconocidos que pueblan el alma. No se trata de ponerse en el lugar de otro, en otro lugar, como si se tratara de algo meramente externo, accidental; la situación, al estar en juego la propia sustancia, exige PONER EL LUGAR DE(L) OTRO EN UNO MISMO, dar cobijo, acoger sin reservas, hospitalidad ofrecida a los seres y al mundo. El refugio es el abandono, es el ser del no ser, nunca esta vacío: o somos lo que no somos, siempre otros, o no somos, siempre iguales, sin cambios aparentes, ni tan sólo llegamos a existir. La primera mirada, el abrir los ojos al mundo, despliega un abanico tan exterior como interior, desdoblamiento de lo propio en lo impropio y lo extraño en acogedor.
VII
La exploración de las cosas insignificantes, abandonadas, mudas y nudas aparece como una acción paralela que vincula una emoción estética, ligada a la percepción de un otro sensible, con un impulso ético, una voluntad imparable de poner de manifiesto, asumir como tarea propia y llevar a su culmen el SER OTRO característico de todos los seres. Habitar en el profundo desconocimiento, la región desconocida, abismal, que son y comparten las criaturas en su dispersión, reflejo mutuo y multiplicidad esencial, tiene por objetivo nada disimulado dejar de ser uno mismo, abandonarse al abandono. No hay escapatoria, la fuga es universal, el universo está en fuga tanto para cada uno, que es un mismo otro, como para todos y cada uno, que son otros que sí mismos y los otros que no son. Espejo arrojado al vacío, roto en mil pedazos.
VI
Los grandes descubrimientos, las gestas heroicas, no pertenecen a la esfera de la exploración de lo insignificante; lo desconocido no es lo lejano en el tiempo o el espacio, cuantificable o cualificable de algún modo, sino la lejanía inherente a todas las cosas, incluidas las cercanas, la extrañeza propia de lo real, la distancia interior que toda cosa guarda en su interior y refulge en el exterior, depositada como el mayor de los secretos en los pliegues delicados del mundo. Descubrir no es cambiar de lugar y abandonarlo por otro, sino hacer de todo lugar un cambio, un lugar abandonado y en perpetuo abandono.
V
Cuando el ÁNGULO de visión alcanza un determinado valor, se sitúa en el cruce vertiginoso donde se superponen las imágenes del mundo, cola de pavo real con colores infinitos, lo insignificante se vislumbra otro, fulgor siempre diferente a sí mismo. En estas circunstancias, la condena o la salvación eternas de las cosas y seres abandonados a su suerte, olvidados sin haber sido nunca conocidos, incapaces de ser lo mismo, es que no pueden formar conjuntos, clases o especies, no responden a ninguna llamada común ni se definen mediante marcas de clasificación. La INSIGNIFICANCIA es el sello de las partículas heteróclitas, inconexas, que flotan en un medio de dispersión sin formar un todo, ajenas al orden de lo general y lo semejante; el carácter residual, respecto a la percepción, la ausencia de significado, respecto a las palabras, y la falta de generalidad, en cuanto al concepto, las convierten en otras junto a otras por derecho propio, señal de su relación íntima con el silencio y lo incomparable. El último reino, el reino de lo desconocido, está tan cerca como uno desee, es deseo cumplido en la lámpara maravillosa.
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IV
El mundo de las insignificancias guarda algunas sorpresas y es fuente de un número incontable de paradojas, capitalidad de un pensamiento en deshaucio continuo, fuera de sí mismo. Un aspecto anodino, que pasa desapercibido a cualquiera, y carente de rasgos, resulta, al final, un buen rasgo distintivo, la distinción suprema. Nada mejor para distinguirse que la ausencia de rasgos apreciables y cuantificables, según tablas estimadas de valoración, acordes con los gustos de la época, porque no son objeto de representación y sobreviven al margen de lo general, únicos en su especie, incomparables.