XL

Dado cómo empezó todo, el punto de inicio, no ha habido ninguna sorpresa. Algunos lugares singulares han sido, y seguirán siendo, aniquilados espiritual y materialmente, en medio de grandes celebraciones, palabras solemnes y miradas turbias. Era previsible. En el origen estaba el germen de la destrucción, el huevo de la serpiente. Cabe decir que al menos ha funcionado como maniobra de distracción, un movimiento estratégico, cebo, carnaza para ganar tiempo y poner a salvo otros lugares. El tiempo es vital. Muchos llevan nombres femeninos, como la mayoría de huracanes, un cuento hecho realidad: Blancanieves, Cenicienta o La bella durmiente. Y esperan su momento. La infancia existe, es el hecho básico de la existencia. La fantasía y la realidad coinciden. Las oleadas de destrucción tienen diferentes grados. La última plaga que asola los lugares abandonados son las visitas con permiso o previo pago, turismo fotográfico de quien no quiere ensuciarse las manos, se cree demasiado bueno para ponerse a la altura del abandono, teme perder su posición ilusoria y su integridad. Compra lo que quiere ver y la seguridad de poder verlo. ÉL o ELLA no es así, de ningún modo. La condena por esta soberbia es en apariencia leve, pero decisiva: la ceguera; no VE nada desde allá arriba. El turista prefiere mirar la pantalla del móvil antes que los cuadros. Sólo quien está abandonado, se abandona sin dudarlo un momento, puede y debe experimentar (el) abandono. El único y verdadero explorador, si esta palabra tiene algún sentido, la única CONTEMPLACIÓN posible, es el inmigrante que acaba de llegar a una playa desconocida, exhausto, completamente desorientado, sentado en la arena y mirando al horizonte. Lo ve todo porque no tiene nada. ES y VE en la más alta expresión de la palabra. Nada que no alcance esta intensidad existencial merece la pena. Como nota positiva está el hecho de que estamos hablando de lugares, y no de animales o personas; estremece sólo de pensar los efectos de esta nube negra, humanidad embrutecida, que va de de un lugar a otro, sobre los seres vivos. Sería la caza o la guerra sin cuartel. Sangre en lugar de escombros. Incluso ahora, en más de un punto del planeta, es sangre con escombros, rojo sobre gris. Todavía no hemos llegado a esta fase. Es una suerte.