Desde el punto de vista de la evolución de los mercados, un edificio abandonado, cuanto más ostentoso mejor, es el lugar donde la economía alcanza su cenit, entra en crisis y revela la ausencia de valor en la que se basa el intercambio monetario. Dentro de las enseñanzas que reciben los economistas, debería incluirse como práctica obligatoria la visita a las ruinas y los desechos de las crisis periódicas, por no decir a las víctimas de las hambrunas, quizá de este modo las plazas quedarían vacantes.