IV

El mundo de las insignificancias guarda algunas sorpresas y es fuente de un número incontable de paradojas, capitalidad de un pensamiento en deshaucio continuo, fuera de sí mismo. Un aspecto anodino, que pasa desapercibido a cualquiera, y carente de rasgos, resulta, al final, un buen rasgo distintivo, la distinción suprema. Nada mejor para distinguirse que la ausencia de rasgos apreciables y cuantificables, según tablas estimadas de valoración, acordes con los gustos de la época, porque no son objeto de representación y sobreviven al margen de lo general, únicos en su especie, incomparables.